Hay gente que cree que uno elige ser yonki o adicto.
Puedes elegir, quizá, meterte una primera
raya o un pico pero lo que viene después ya no.
Nadie elige ser infeliz ni vivir sumido en la tristeza.
Porque se confunden las cosas. Cuando alguien
se suicida o muere en circunstancias como las
de Enrique Urquijo todos echan la culpa a la droga.
Y suele ser al revés. Es la inmensa tristeza y la depresión las que te llevan a abrazar
esas sustancias con las que por unos minutos huyes de la puta vida que te ha tocado vivir.
Dicho esto, un beso, Enrique, allá dónde estés.
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