domingo, 20 de octubre de 2019
Sal, anímate, haz cosas...
Este es el tipo de comentarios que te hace la gente cuando tienes depresión y ellos no han
pasado por ninguna. No han visto una depresión ni a mil kilómetros.
No digo que toda la gente que te dice esto lo haga con mala intención pero la mayoría
resultan ser unos absolutos estúpidos; desconocen los mecanismos que rigen la mente de
de alguien que sufre esta enfermedad.
Ni yo misma, que la he sufrido en muchas ocasiones, me veo capacitada del todo para
hablar de las depresiones de los demás.
Lo que sí puedo decir es que se sufre, y mucho, y que es una enfermedad que, aunque
no lo parezca, es muy desconocida.
La depresión no se limita a llorar y estar triste, de hecho hasta existe un diagnóstico
que es depresión SIN tristeza; ¿cómo os quedáis?
Cuando me la diagnosticaron hace ya 8 años le dije al psiquiatra que eso era como
una tortilla sin huevos. Rió. Le hice risa.
A mí no me hacía pero soy ultra irónica y no me salió decir otra cosa.
En aquellas, mi depresión sin tristeza consistía en cansancio, apatía, desinterés, mucho
sueño, anorexia (como falta de apetito), vamos, pocas ganas de hacer nada.
Me mandó un estabilizador (topiramato) y en menos de dos meses remonté, con tanta
fuerza que sufrí una hipomanía (creo que ya sabéis que soy bipolar).
¿Qué hicieron? pues darme quetiapina, un antipsicótico, no de los más fuertes pero
tampoco flojo.
Esa vez ha sido la única que he tenido depresión sin tristeza, el resto, por
desgracia, han sido con una tristeza profundísima y a veces incapacitante como para
llevar una vida normalizada.
Este verano he pasado casi 4 meses en hospitales, así que creo que puedo opinar un
poco. Primero tuve una manía y luego una depresión profunda que se fraguó en 10-15
días. De repente no veía salida a nada. Lo bien que me encontraba a finales de julio
a finales de agosto se convirtió en una pesadilla. Llorar sin parar, absolutamente lábil.
Fue terrible pero gracias al equipo de psiquiatría del Royo Villanova volví a sonreír,
aunque costó. Los primeros días sólo quería dormir y esconderme del mundo.
Lloré muchísimo pero fui remontando con un antidepresivo no muy fuerte, el
Escitalopram. Mi doctora y todo el personal me sacó del hoyo. Gracias por tanto.
Pero la depresión va más allá; me he topado con personas que estaban viviendo
un infierno y no veían luz por ninguna parte.
He intentado ayudar a todas; con alguna lo he conseguido, pero la depresión no se cura
fácilmente. Es tremendamente complicado, es muy reactiva y en cada persona se presenta
de una forma. Afecta más a mujeres y más duramente.
Pocas cosas hay más tristes que alguien con la mirada perdida en un hospital.
Porque una depresión puede tener motivos externos (exógena), como problemas
familiares, cosa que he visto mucho, pero también internos (endógena); no hay una
razón concreta que justifique tanto sufrimiento. Los neurotransmisores campan a sus
anchas y tú te hundes en el fango. Hay muchas medicaciones, gracias a Dios, pero a
veces simplemente no funcionan.
Por desgracia, cada persona es distinta, y lo que a otro le sirve a ti no.
Quiero mandar desde aquí todo mi amor y mi cariño a todas las personas deprimidas
con las que he estado, tanto en el Royo como en el Clínico. Los médicos, ATS,
y demás personal hacen una labor encomiable.
La depresión tiene una característica muy peculiar y es que nos hace ser más realistas,
tenemos una conciencia de enfermedad que no se da en otras patologías: y esto tiene su
lado positivo porque somos más colaboradores y de esa manera se aborda el tratamiento
mucho mejor. Hay otras patologías en las que el enfermo no sólo no colabora sino
que se boicotea y se hace, por ejemplo las niñas con trastorno límite, mucho daño.
Normalmente este último va asociado a la anorexia extrema.
Por suerte o por desgracia he visto, y veo, desde hace 27 años, a muchas personas con
depresión y puedo decir que es una enfermedad muy compleja porque siempre
está el fantasma del suicidio; y los médicos lo saben y nosotros lo sabemos.
Es raro la persona con depresión mayor que nunca haya fantaseado con la idea de
morir o incluso lo haya intentado. Y esto debería ser un tema al que dedicar no solo
tiempo, sino recursos. No podemos permitir que casi 4000 personas se suiciden al
año: eso sin contar intentos fallidos y parasuicidios.
Luchemos entre todos, hagamos algo, porque la tristeza profunda y paralizante es una
de las sensaciones más atroces que se pueden vivir.
Desde aquí quiero animaros, deciros que se sale, que cuesta, lo sé, pero que
si yo he podido vosotros también.
Y si tenéis ideas suicidas, por favor id al hospital.
NO ESTÁIS SOLOS. PODÉIS SALIR.
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