Hubo una noche en julio, una de tantas,en la que me puse a tuitear cosas sobre Nirvana.
Recuerdo hablarle directamente a Kurt, de cómo siempre lo entendí.
Le hable de tú a tú, de personas que han pasado por lo mismo.
Solemos hablar de la empatía y emplear ese vocablo, pero pocos la sienten verdaderamente.
La gente siente pena, compasión, cosica, pero empatía NO.
Para eso hace falta un componente fundamental y es haber pasado por lo mismo o parecido.
Y esto viene a que me veo en la necesidad de desdramatizar a la vez que dar visibilidad a la gente como nosotros: los bipolares.
Sí, he dicho la palabra maldita, aunque es muy conocida aquí por coronar muchas bios.
Mi verano, y sobre todo aquí en twitter, refleja la cara sin tapujos de esta maldita enfermedad.
He entrado y salido mil veces porque ni yo misma sabía lo que quería. De hecho casi nunca lo sé.
Esta enfermedad se toma confianzas, también vacaciones, pero siempre vuelve, y lleva llaves, y más
vale que le pongas cubiertos y le prepares la habitación de invitados: viene para quedarse.
En ocasiones es educada y avisa con tiempo, otras no, y te coge con la casa y la vida del revés.
Es esa amiga inestable que una temporada está muy eufórica y sólo quiere divertirse, salir y hacer cosas temerarias.
Pero también es la misma que te arrastra a un pozo del que no puedes salir ni del que nadie te puede sacar.
Más que un pozo es una caja, te encierra en ella y no ves nada, y lloras, gritas, quieres huir, pero no puedes, no te deja.
De hecho nadie puede ayudar; quizá apoyar, comprender, acompañar, pero ayudar no. Nadie puede.
He tenido momentos muy complicados, algunos lo sabéis, tampoco quiero extenderme con ello;
pero lo que sí quiero es daros las gracias a los que habéis estado de manera incondicional.
Para mí ha sido y sigue siendo un apoyo enorme, a pesar de no poder leer a veces ni el TL en condiciones.
Esto es algo crónico que irá pasando, o no, pero también es crónica mi alegría innata y mis ganas de luchar. Aunque a veces parezca que tiro la toalla, no lo haré.
Quizá suene tópico pero cuando estás cerca del otro lado ves realmente lo que dejas en éste, y te das media vuelta, aunque tenga que haber gente muy bonita para agarrarte y sujetarte un poco.
No me asomaré a más precipicios, sólo para disfrutar del paisaje y con suerte vislumbrar un futuro con más luz e ilusión.
Se puede y se debe hacer y lo sé porque una vez volví del otro lado y allí no hay nadie ni nada.
Lo que merece la pena en la vida está en éste.
Gracias por tanto, pequeños. Tinkerbell está recuperando su polvo de hadas. Os quiero.
¡bonita!
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