viernes, 19 de abril de 2013

De bolsos.Y de errores.


-Hola, ¿sabes quién soy? ¿quieres quedar?
Casi no te da tiempo a contestar cuando ya estás pensando en qué ponerte. Cómo no vas a acordarte si no has hecho otra cosa que pensar en él todos los malditos días desde aquella fría noche.
No sabías ni que le habías dado el teléfono. Tú y esa costumbre tuya de beber calimotxo como cuando tenías quince años, pero es que claro, las copas a nueve euros no hay quién las pague, oiga.
Dejas el móvil en la encimera; casi se te cae. No sabes qué hacer. Venga, llamas a tu mejor amiga y le cuentas que has quedado. No, mejor no.
Te enciendes un cigarro. Empiezas a dar vueltas. Coges el mando de la tele. La enciendes y buscas algo que te distraiga mientras consumes nicotina entre pensamientos impuros.
Lo apagas retorciéndolo, como las buenas fumadoras. Te levantas decidida, respiras fuerte y por el pasillo empiezas a buscar los errores que cometiste las otras veces.
Míralos ahí están, en fila india, dispuestos para que los cometas otra vez.
No te olvides de meterlos en el bolso.
 

Una de política.



        Últimamente os leo enfadados, indignados. Os puede la rabia y habláis de todo, sábéis de todo. Muere Thatcher, y aunque cuando gobernaba no hubiérais nacido casi hacéis una tesis sobre su vida en twitter aunque sea tirando de wikipedia. Lo mismo con cualquier otro personaje.
La juventud se cura con el tiempo y las ansias, también.

      Un enfermo terminal, hace muchos años, me dijo que quien siempre está hablando de política es porque no tiene problemas de verdad. Siempre me ha acompañado esa frase; y su mirada al decírmela también.
 Habéis entrado en una peligrosa espiral de hablar y quejaros de todo mientras alimentáis al mismo sistema que estáis criticando. No funciona así. No desde un portátil, no desde un iPhone que vale 600 euros y cargándolo 3 veces al día y enriqueciendo al lobby eléctrico, por poner un ejemplo.
Y no es demagogia; es la cruda realidad.

     Porque esos políticos con los que estáis tan enfadados ni pinchan ni cortan. Ni en España ni en Alemania. Ni siquiera en Estados Unidos. Quienes nos gobiernan son las grandes empresas y es a ellos a quienes rinden cuentas nuestros representantes. A ellos están vendidos.
Y oh, ¡sorpresa!, ahí sí podríamos hacer algo y no os queréis dar cuenta.

     Las únicas huelgas que funcionan en un mundo como el nuestro son las de consumo. Como consumidores podríamos hacer temblar los cimientos de cualquier empresa sólo con dejar de consumir un par de días. Pero NO. No nos ponemos de acuerdo.  Es mucho esfuerzo. No hay conciencia.
 Pues bien. Esta es la única forma. Olvidáos de los políticos. Ellos no están aquí por nosotros. Son empleados de ellos. Y mientras no se entienda esto, nada podrá cambiar.