domingo, 29 de marzo de 2015

¡QUITA, BICHO!




"Los depresivos son el eje del mal, manteneos alejados".

Esta es un poco la conclusión que he sacado después de todas las burradas que se

han dicho y escrito esta semana. Sabía que los medios de comunicación apestaban

pero ignoraba que las redes sociales iban a acoger a auténticos bárbaros expertos

en psiquiatría diciéndonos de todo menos bonito.

El ser humano siempre busca culpables y en el caso de una tragedia de esta magnitud

se multiplica por un millón. Parece que si encontramos alguien a quien culpar, el resto

queda exonerado.


Y por desgracia, voy a hablar en primera persona. Una persona deprimida no elige

estarlo. Esos mensajes de: ¡ánimo, tú puedes! sal y haz cosas y tantas majaderías no

ayudan a una persona que está en un bucle de tristeza profunda. Es más, es como si

le dijeras a un cojo que corra y a un ciego que vea.

   ¿Pueden! NO. Pues nosotros tampoco; ojalá fuera tan simple. Los mecanismos

que rigen la mente no son los de un reloj, ni siquiera los afectados los conocemos.


Y estoy muy harta de tanta hipocresía, de tanto imbécil que se disfraza de alma

comprensiva y después te deja tirado.

Hay dos tipos de enfermedades de las que las personas huyen: las contagiosas y las

psiquiátricas. Esto es así.

Y lo entiendo, de hecho la empatía es algo que tenemos más desarrollado nosotros

quizá porque hemos visto tan de cerca el dolor que cuando una persona sufre

la comprendemos mejor e incluso queremos ayudarla.

He oído barbaridades sobre lo peligrosos que podemos llegar a ser, cuando en el 99,9%

de los casos sólo lo somos para nosotros mismos. Y de esto entiendo un poco.


Otro dato importante es la capacidad de juicio o decisión que tenemos o no.

Un deprimido ( que no depresivo) puede trabajar, cuidar de su familia, viajar, decidir

sin que la enfermedad decida por él. Pero hay veces donde sí decide y pasas a ser una

marioneta. Y no importa que estés medicado, te vean expertos o te cuides: llegas a un

punto de no retorno donde la persona es casi irrecuperable.

Un suicidio no siempre es evitable aunque creamos que sí. De hecho, un suicida no

suele mostrar signos claros de sus intenciones porque lo que quiere es ocultarlas.

La mayoría de los suicidios consumados suceden cuando el enfermo estaba ya mejor,

cuando empezaba a remontar, por una simple cuestión de fuerza y paz que invade

el alma de quien sabe que le queda poco tiempo de sufrimiento.

También aprovecho para deciros que si alguien que me esté leyendo tiene ideas así pida

ayuda, no os calléis. Vida sólo hay una. No hay vuelta atrás. De la depresión se puede

salir, y podéis seguir adelante aunque ahora veáis todo negro. Paciencia y tiempo, y todo

se andará.



Como decían en una bonita película: "No sé qué me deparará el futuro pero, al menos,

habremos tenido hoy".


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