domingo, 7 de agosto de 2011

Y llegaste tú.



    No sé cómo empezar, ni siquiera sé si debo escribir esto. Hace mucho tiempo que mi corazón entró en bradicardia, mis sentimientos estaban anulados por la esperanza del ayer, hasta que tú llegaste no 
supe que existía un mañana. 

    Nunca creí en el futuro, soy persona agregada al presente, al de indicativo. Me gusta lo real, lo tangible, y sin embargo la vida se empeña en arrebatarnos cada instante que vivimos y regalárselo al pasado. Es todo tan sutil, tan abstracto...

    Querría decirte tantas cosas, coger cada pensamiento en el que tú apareces y regalártelo en la noche oscura, en la que te envuelve cada día cuando cuelgas el teléfono y ya me echas de menos.
Yo también, también te extraño pero yo ya lo hacía antes de conocerte, antes de que saltaras a mi vida desde esta pértiga virtual, la misma que ahora te separa de mí.
No, nadie dijo que fuera fácil; nadie me desveló que volvería a amar, no así, no con esta euforia y estos colores adolescentes.

     Al igual que Don Quijote, el amor sólo recupera la cordura cuando va a morir. Si alguno no sabéis si vuestro amor está acabado probad a razonarlo, a explicarlo, a comprenderlo.
Si podéis es que ya no amáis, sólo vivís con alguien a quien ya no queréis aunque os empeñéis en engañaros.
Todos estamos a tiempo de amar de nuevo. Creedme, es así.

    Mi vida está llena de adioses definitivos, de personas que no se despiden ni se dan la vuelta para mirar si sigo ahí. Sin embargo siempre espero a que alcancen esa esquina y se giren para darles ese último y definitivo adiós; pero nunca ocurre, no me miran, no recuerdan siquiera que quede atrás esperando esa despedida.

   Por eso cada vez que vuelvo a amar temo ese desenlace, inevitable casi siempre, pues el Amor verdadero escapa a los designios humanos, no nos pertenece, está hipotecado a los sueños que un día tuvimos y no realizamos.

    No lo podemos poseer del todo, sólo nos lo prestan aquellas personas que nos amaron antes y nos amarán. El amor del alma  no es más que una cadena de favores en la que todos participamos y es por ello que si ahora te quiero tanto debo asumir que un día alguien te amará más y yo misma te llegaré a olvidar.

   Te empecé a perder el mismo día que te empecé a querer. Es así; nada lo puede cambiar. Nada.

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